Nuestro país está colmado de estatuas. Aquí y allá -en una plaza, en una glorieta, en un camellón, en un quiosco, en una bocacalle- nos cierran el paso bustos homéricos y efigies colosales. No tengo magisterio -ni dispongo de tan buena formación- para responder por qué en México producimos tal cantidad de próceres. Una cosa es cierta: nos encontramos ante un reflorecimiento de la heroicidad.
Ante semejante prodigio, me pregunto: ¿No sería viable que el gobierno -entre sus demasiados proyectos para abatir el desempleo- comenzara a ofrecer cursos de grabado y escultura para terminar con la indigencia y la mendicidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario