lunes, 2 de junio de 2014

En una infausta coyuntura en donde una plaga de escritores pretenciosos se han dedicado a tributarle al mercado temas efectistas y abracadabrantes, Malcriadas miniatura, de Tania Plata, es −dicho sin reticencias− una obra literaria impar.
Apuntaré, de entrada, lo que este libro no intenta plantear: no pretende −para enunciar el más significativo de sus aciertos− apoyarse en una de esas narraciones líricas de las que, a últimas fechas, ya sólo germinan frutos artificiales u obras transgénicas. No quiere, en forma alguna, avivar la curiosidad de los pueriles cazadores de novedades. Para fortuna de los lectores sensatos, la escritora tampoco alza su vista hacia las estrellas, para buscar calamares espaciales ni adefesios venusinos y ganar su inspiración mediante esa clase de chifladuras galácticas.
Por otro lado, tampoco narra las tópicas hazañas de narcotraficantes hipermezquinos o alguna de sus jugosas franquicias paramilitares, temas y argumentos que, por lo demás, se han convertido en el caballito de batalla de las empresas y negocios editoriales. No por querer incorporarse a la bien pagada fabricación de una biografía, la inventora de estas intrigas desea arrancar de su sueño ancestral a ningún personaje histórico para enjaretarle a su hipócrita lector la existencia, tan insulsa como apócrifa, de un renovado paladín. En el colmo del buen tino, no encontramos en esta obra delaciones feministas ni vemos cómo se sacrifica la trama por atizar, solapadamente, una fastidiosa denuncia política. El libro −en la cima de sus aciertos− no alienta ninguna monserga sobre la pendencia de clases y jamás arenga sobre el pobretón misericordioso o el rico protervo. Y si no se trata de una obra de trasfondos maniqueos, tampoco es un vademécum sobre las costumbres, fobias y tradiciones que nutren al pedante lector de omnisciencias. Debemos celebrar que por ningún lugar asoman, en estas ficciones, toxicómanos, descabezados ni crónicas sangrientas sobre la última nota roja del fin de semana. Este libro −a diferencia de tantos pasquines que se encuentran rebosando el estante de las primicias− jamás se obliga a cumplir el reiterado papel sociológico que, recientemente, han comenzado a exigirse ciertos teóricos y profesores ahora, ay, caracterizados de literatos. Por encima de estos puntos –o bien dicho: esmeros y refinamientos− Tania Plata no quiere escudar tesis subrepticias ni anhela defender, por ventura, ninguno de esos repulsivos experimentos que, desde hace más de una centuria, han querido engangrenar la buena salud del cuento.
         Expuesto lo anterior, despleguemos lo que sí nos ofrece Malcriadas miniatura: en principio, sus personajes son individuos acechados y, al fin, descubiertos librando in fraganti su cuota de aventuras ordinarias. Se trata de actores deliciosamente anodinos, de ramplones gozosamente insubstanciales que, sin problema, podrían ser reclamados por el torvo realismo balzaciano o la hosca crudeza perezgaldosiana. Protagonistas todos de la indisoluble cotidianeidad, en una de las narraciones mejor sazonadas de este compendio de cuentos, por ejemplo, podemos encontrar a un nostálgico y mediocre percusionista que, dando batacazos sobre los vidrios de un camión destartalado, como si fuesen un tom de piso o una tarola, recuerda la muerte de su madre, mientras realiza un funesto viaje hacia ya no sabe bien qué parte. La crueldad y el encanto, el realismo virulento y la ironía descarnada, asoman en otro de los relatos mejor logrados de este muestrario: Los ecos de Lili, historia que narra los incidentes de una sarcástica y candorosa jovencita, a quien su padre solía arrullar poniéndole baladas de rock, mientras ella, entre el dolor del recuerdo y un malestar odontológico, vocifera porque le hiede el aliento a causa de unos lacerantes brackets.
Amantes discordantes y matrimonios que, en el interior de su propio himeneo, preparan secretamente la disidencia para después detonarlo todo con su furia de maremoto; señoras que apenas ayer fueron jovencitas y hoy −con la piel ajada y el corazón magullado− han decidido prolongar su resentimiento e inmadurez hasta el infinito, son tan sólo algunos de los muchos personajes grises, soeces y, sin embargo, brutalmente familiares que componen el elenco de éstas Malcriadas miniatura.
Ahora bien: sólo a una escritora incivil y apartada de los augustos comedimientos se le ocurriría llamar a desfilar en un mismo tablado al inerme cantautor chileno Mauricio Riveros, al escritor británico D. H. Lawrence y a los bizarros rockeros mexicanos de La lupita. Y Tania Plata, siempre ajena al decoro y el pundonor, no escatima bizarría a la hora de ejecutar esa y otras muchas intrepideces.

Sin duda, en medio del grosero bullicio de improvisaciones, experimentaciones y rarezas literarias Malcriadas miniatura es una colección de cuentos que debemos ovacionar como un viento fresco y bienvenido. Libro festivo e irreverente, el espectador ganará mucho si se permite acudir al irreverente y audaz llamado de su lectura.

1 comentario:

  1. ¡Qué gusto volver a leerte! Es muy interesante la manera en que comentas el libro, sin otro propósito, que hacer lo que se te da excelente: Una buena crítica. Suena muy tentador, al parecer, habrá que leerlo. Ya te comentaré aquí mismo, lo que a mí me pareció.

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