domingo, 27 de marzo de 2011

Los quebrantos de un poeta tropical

A la salida de la playa de Icacos -sentado perezosamente sobre una banquita de cemento- me aguarda el poeta Jeremías Marquines Portillo. Tiene los ojos color miel, las mejillas de un rosa encendido y un hoyuelo -casi una caverna- en la barbilla. Apenas lo conozco y -hasta hoy, sinceramente- sólo había leído un pequeño poemario de su enardecida inspiración: “Duros pensamientos zarpan al anochecer en barcos de hierro”.